La nueva Ley Concursal podría enterrar definitivamente el perdón de las deudas con Hacienda y la Seguridad Social

No todos son buenas noticias con la reforma de la Ley Concursal.

Ya en el texto refundido, que entró en vigor el 1 de septiembre de 2020, el Ejecutivo trató de blindar los intereses públicos legislando contra la inclusión de las deudas con la Agencia Tributaria y la Seguridad Social entre las que se cancelasen de aquellos empresarios o consumidores que se beneficiaran de la ley de segunda oportunidad. Aquellos que lograsen el llamado beneficio de exención de responsabilidad insatisfecha (BEPI) tras liquidar sus bienes, debían seguir cargando con la deuda de los acreedores públicos.

Eso era lo que decía la ley, pero muchos jueces y audiencias provinciales exoneran, al entender que el Gobierno se había excedido al utilizar la promulgación de un texto refundido, no para ordenar y aclarar una o varias leyes, sino para legislar; que no es su finalidad.

Ahora, sin embargo, no habrá dudas cuando el proyecto se convierta en ley dentro de unos meses: salvo enmienda en el proceso de tramitación de la Ley (en lenguaje entendible, «salvo que lo arreglen los políticos») las deudas públicas no se perdonan. Tal enmienda es difícil pero no imposible; ya que la cancelación de todas las deudas (sin distinción) se deduce de las directrices europeas que la presente reforma de la Ley pretendía trasponer al ordenamiento español. Posiblemente nos veremos, cuántas veces van ya, ante otra oleada de cuestiones prejudiciales al Tribunal de Justicia de la UE y su correspondiente bofetón posterior a la legislación española.

Además de este punto, el texto endurece el acceso a la segunda oportunidad y a la exoneración del pasivo insatisfecho, prohibiendo a quienes hayan sufrido una derivación de responsabilidad con Hacienda y la Seguridad Social o a quienes hayan sido administradores de empresas cuya quiebra haya sido declarada culpable (aunque sea simplemente por incumplir los plazos para presentar un concurso) el acceso a estos instrumentos.

Fuente: La Vanguardia