La Ley de Segunda Oportunidad es lo que mejor se adapta a la situación económica creada por la pandemia para muchas personas y empresas
Durante el último año y medio se ha dedicado mucho tiempo en programas, tertulias y revistas a hablar de Covid-19. Es evidente que la preocupación vivida en los medios de comunicación desde marzo de 2020 no ha sido una sensación exclusiva de las personas que llevan un micrófono o que están al otro lado de las cámaras. Esta sensación no ha sido más que un mero reflejo de cualquier conversación que pueda tener lugar en un núcleo familiar o entre amigos a través de un grupo de WhatsApp o una videollamada. En definitiva, del sentimiento social.
Echando la vista atrás y utilizando el poder del tiempo para realizar un análisis, puede dar la sensación de que se ha pasado mucho tiempo maldiciendo, lamentándose o criticando y poco tiempo buscando soluciones e intentando vendar las heridas y poner parches a los agujeros.
Porque es evidente que la gran mayoría de la gente lo ha pasado mal. En un país que empezaba a sonreír poco a poco tras la crisis de 2008, Covid-19 ha sido otro golpe de realidad tan duro de aceptar como de afrontar. Primero ha tenido que vivir el ERTE, luego el ERE y entre medias un parón económico que ha aniquilado los negocios y planes económicos de multitud de autónomos o pymes que un día tuvieron que dejar de desafiar una ola llena de deudas y ansiedad y asumir que su velero había naufragado.
Hasta ahora, nada de lo escrito es nuevo. Todo esto es conocido, está en la calle, en las familias, en el día a día. Es inútil consolarse con que el vecino está igual o peor que yo, el objetivo debe ser que tanto él como yo saquemos la cabeza a flote y podamos empezar una nueva etapa de nuestra vida. Y aunque suene utópico, esto es posible.
Desde muy joven en mi casa escuché que para resolver un problema hay que vaciarse encontrando una solución. Para todos estos deudores a los que la crisis ha sumido en la más profunda bancarrota, la Ley de la Segunda Oportunidad es lo que mejor se ada`pta a su situación.
No se trata de un proceso excesivamente complejo. Es una idea importada de la cultura anglosajona -allí lo llaman ‘fresh start’- que aterrizó en el marco jurídico nacional en 2015 a través del Real Decreto-Ley 1/2015, de 27 de febrero.
El objetivo de la Ley de Segunda Oportunidad se encuentra en la exposición de motivos del Real Decreto-Ley que promulga el mecanismo. Los primeros párrafos establecen como premisa que una persona física, a pesar de un fracaso económico, empresarial o personal, tenga la posibilidad de reconducir su vida e incluso arriesgarse a nuevas iniciativas. Todo ello, además, sin tener que arrastrar indefinidamente una losa de deudas que nunca podrá satisfacer.
Es decir, hablando en plata, que todas sus deudas (siempre que sean inferiores a cinco millones de euros) quedan perdonadas y puede empezar de cero, en el sentido más literal de la expresión.
Fuente: COPE